sábado, 31 de dezembro de 2011

Don Quijote de la Mancha para terminar 2011



Ilustração de Salvador Dalí


"Y diciendo  esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba bien cerca, lo que eran..."


Moinho de vento na cidade de Consuegra
O último dia do ano me traz bons auspícios para entremeios do Don Quijote de Cervantes.
Há 3 anos conheci, situado em Montmartre (Paris), o pequeno Museu Salvador Dalí, que abriga os originais dos desenhos do artista de Figuerés a respeito das aventuras do fidalgo de La Mancha; um deles abre com altivez esta postagem. Já a fotografia registra minha particular e mais recente experiência na cidade manchega de Consuegra, em um dos seus 11 enevoados moinhos de vento. 
Da rica edição do Quijote ilustrada por Dalí compartilho com os leitores alguns trechos memoráveis: 


"Advierte, Sancho - dijo Don Quijote -, que el amor ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte: que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza..." (II, Cap. 58, Don Quijote y Sancho). 


"¡Oh, santo Dios! - dijo a este tiempo dando una gran voz Sancho - ¿Es posible que tal hay en el mundo, y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado el buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura? ¡Oh señor, señor, por quien Dios es que vuestra merced mire por sí, y vuelva por su honra, y no dé crédito a esas vaciedades que le tienen menguado y descabalado el sentido!" (II, Cap. 23, Dulcinea Encantada).


"...se arrojó del lecho, con intención de cerrar la puerta y no dejar entrar a la señora Rodríguez; mas cuando la llegó a cerrar, ya la señora Rodríguez volvía, encendida una vela de cera blanca, y cuando ella vio a don Quijote de más cerca, envuelto en la colcha, con las vendas, galocha o becoquín, temió de nuevo, y retirándose atrás como dos pasos, dijo:
- ¿Estamos seguras, señor caballero? Porque no tengo a muy honesta señal haberse vuestra merced levantado de su lecho.
- Eso mesmo es bien que yo pregunte, señora - respondió don Quijote -; y así, pregunto si estaré yo seguro de ser acometido y forzado.
- ¿De quién o quién pedís, señor caballero, esa seguridad? - respondió la dueña.
- A vos y de vos la pido - replicó don Quijote -; porque ni yo soy de mármol ni vos de bronce, ni ahora son las diez del día, sino media noche, y aun un poco más, según imagino, y en una estancia más cerrada y secreta que lo debió ser la cueva donde el traidor y atrevido Eneas gozó a la hermosa y piadosa Dido. Pero dadme, señora, la mano, que yo no quiero otra seguridad mayor que la de mi continencia y recato, y la que ofrecen esas reverendísimas tocas.
Y diciendo esto, besó su derecha mano, y le asió de la suya, que ella le dio con las mesmas ceremonias..." (II, Cap. 48, Historia de Doña Rodríguez). 


"- ¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo! Señor gobernador de mi ánima, este mal hombre me ha cogido en la mitad des e campo, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y, ¡desdichada de mí!m me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha, defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y extranjeros, y yo, siempre dura [...] conservándome entera [...] para que este buen hombre llegase ahora con sus manos limpias a manosearme.
- Aun eso está por averiguar: si tienes limpias o no las manos este galán - dijo Sancho.
Y volviéndose al hombre, le dijo qué decía y respondía a ;a querella de aquella mujer. El cual, todo turbado, respondió:
- Señores, yo soy un pobre ganadero de ganado de cerda, y esta mañana salía deste lugar de vender, con perdón sea dicho, cuatro puercos [...] volvía a mi aldea, topé en el camino a esta buena dueña, y el diablo, que todo lo añasca y todo lo cuece, hizo que yogásemos juntos; paguéle lo soficiente, y ella, mal contenta, asió de mí, y no me ha dejado hasta traerme a este puesto. Dice que la forcé, y miente, para el juramento que hago o pienso hacer; y ésta es toda la verdad, sin faltar meaja.
Entonces el gobernador le preguntó si traía consigo algún dinero en plata; él dijo que hasta veinte ducados tenía en el seno, en una bolsa de cuero. Mandó que la sacase y se la entregase, así como estaba, a la querellante; él lo hizo temblando; tomóla la mujer...
Apenas salió, cuando Sancho dijo al ganadero, que ya se le saltaban las lágrimas, y los ojos e el corazón se iban tras su bolsa:
- Buen hombre, id tras aquella mujer, y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella.
[...]
- ¡Justicia de Dios y del mundo! Mire vuestra merced, señor gobernador, la poca vergüenza y el poco temor deste desalmado, que en mitad de poblado y en mitad de la calle, me ha querido quitar la bolsa que vuestra merced mandó darme.
- Y ¿háosla quitado? - preguntó el gobernador.
- ¿Cómo quitar? - respondió la mujer -. Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! ¡Otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado y asqueroso! [...]
Entonces el gobernador dijo a la mujer:
- Mostrad, honrada y valiente, esa bolsa.
Ella se la dio luego, y el gobernador se la volvió al hombre, y dijo a la esforzada y no forzada [destaque meu]:
- Hermana mía, si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza. Andad con Dios, y mucho de enhoramala, y no paréis en toda esta ínsula ni en seis leguas a la redonda, so pena de docientos azotes..." (II, Cap. 45, Juicios de Sancho).  

Um comentário:

  1. Só mesmo chegando à Consuegra, completamente cercados de densa e fria névoa para "enxergar" os "gigantes" de Quixote... Baixei o vidro do carro e parecia que estava em outro tempo...

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